Estamos sentados en una mesa, en un espacio determinado, contemplando por la ventana un entorno agradable. Todo parece tranquilo. Sosegado. Incluso la música que hemos puesto invita al relax (un solfeggio a 528 Hz). Todo esta quieto. Nada se mueve.
Pero esto es solo una apariencia. En realidad nos movemos a una media de más de 107.000 km/h alrededor del sol. A su vez, el sol está orbitando alrededor de la galaxia a una velocidad de 850.000 km/h y nuestra Via Láctea, va circulando por el universo a unos 2’3 millones de km/h. Velocidades de vértigo, cifras que marean.
Ahora nos sentamos en nuestro salón de clase. En la mesa, en el suelo. Incluso hay maestr@s que prefieren estar de pie. Sacamos nuestro manual o nuestra rutina diaria. Damos la lección o compartimos experiencias. Y mañana otra vez. Y el curso que viene otra vez. Así. Todo quieto. Sin cambios. Nada se mueve.
Pero esto solo es una apariencia. Nuestro alumnado se mueve, no es el mismo que ayer, ni el mismo que el curso pasado, aunque sea la misma clase. Tiene juegos diferentes y, por supuesto, intereses diferentes a los de ayer. La sociedad ha cambiado. Nuestras relaciones, nuestros hábitos, incluso la forma de comer y la basura que generamos, el ocio que consumimos, y la tele que vemos. Todo es diferente. Todo corre a velocidades de vértigo.
Como maestr@s no podemos permanecer impasibles al cambio, puesto que la velocidad a la que se mueve todo nos engullirá cual agujero negro.